13 de marzo de 2012
"Intouchables", una bonita historia de amistad
La película francesa "Intouchables", traducida inexplicablemente al castellano en su estreno comercial como "Intocable",en singular, ha sido un éxito de taquilla en su país y le auguro una feliz vida en su pase en las salas españolas. ¿Por qué?, pues porque reúne todos los ingredientes para conquistar al gran público de cualquier parte del planeta y conseguir ser un éxito del cine comercial: entretenimiento, dos personajes protagonistas que caen muy bien, una bonita historia con dosis acertadas de emotividad y humor, y un final feliz. La ecuación perfecta. Y he de confesar que he sucumbido a la fórmula, que los franceses me atrapan cuando de comedias se trata, y que esta historia de una amistad que parece inverosimil, pero que está basada en un hecho real, hace que salgas del cine con la sonrisa en los labios, habiendo pasado un rato delicioso, sin más pretensiones. "Inouchables" no persigue nada más, ni nada menos, puesto que entretener sin adocenar no es tarea fácil y si se consigue, aunque por el camino la película transite por sendas de situaciones predecibles, lugares comunes y, en ciertos momentos, lágrima fácil. Pero, ya digo, aún así, encandila y lo hace gracias a la labor de dos actores sobre los que cae el peso de la historia: el veterano actor francés FranÇois Cluzet, y el meritorio actor senegalés Omar Sy que, pese a su corta carrera, consiguió el César francés a la mejor interpretación masculina. Están en estado de gracia en dos papeles que les van como anillo al dedo, sintiéndose cómodos, y eso se nota. La peculiar amistad que entablan dos seres de tan distinta procedencia queremos que resulte creible porque, en ocasiones, la realidad es tan adusta que el cine nos permite pasar hora y media "engañados" o cuanto menos recuperando la creencia de que hay valores en los seres humanos que nos tocan por igual a ricos y pobres, marginados o integrados.Ese hombre, Philippe, tetraplégico, millonario, que todo lo tiene menos lo más importante: ganas de vivir, queda subyugado por el derroche de vida, la explosión de vitalidad, y la humanidad, del excluido Driis, un senegalés de los suburbios de Paris que acaba de salir de la cárcel y que no tiene donde caerse muerto. La tosquedad y falta de conmiseración que el hombre ejerce en su cuidado del inválido es lo que atrae a Philippe que, en el fondo, busca salir no solo de su inmovilidad física, sino también de la inmovilidad mental, la más perniciosa y demoledora para cualquier ser humano. Y a partir de ahí van tramando una amistad sin aristas en la que el que más dinero y cultura tiene, es el que más aprende y más necesita del que nada posee salvo su amor a la vida. Y esa es la moraleja, tan sencilla y modesta como grande.
Me permito acompañar este comentario con la escena que más me ha gustado, la que creo resume de la mejor manera el espíritu de la película. Descripción de la escena: Tras un concierto en el cumpleaños de Philippe, éste quiere que su amigo Driis, al que le gusta la música de Earth, Wind & Fire y Kool and the Gang, consiga aficionarse a la música clásica y para ello hace tocar a la orquesta algunas piezas con más ritmo de autores clásicos que el joven desconoce. Quiere, en definitiva, compartir con su amigo las cosas que a él le gustan. Driss, tras escuchar los temas, quiere también que Philippe conozca su música, la que le hace vibrar. Comienza a bailar al son del "Boogie wonderland" de Eart, Wind & Fire, un temazo de la música funky de los ochenta, y consigue lo que jamás hubiera imaginado, que su amigo Philippe, anclado en una silla de ruedas, baile con él. Es el principio del fin de la pasividad mental de Phillipe, a la que antes aludía, y que resulta más perniciosa que cualquier minusvalía física, y todo gracias a la ayuda de Driis. Una delicia de escena.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario