19 de noviembre de 2008

Somos lo que comemos


Dice Erwin Wagenhofer, director de la película documental “Nosotros alimentamos al mundo” (Austria, 2005) que la experiencia que más le impresionó a la hora de rodar su cinta fue ver el tamaño y funcionamiento de los centros de producción industrial de alimentos. Francamente, he de confesar que cuando visioné su película a mi me pasó lo mismo. Esta no es la primera ocasión en que el cine documental de los últimos tiempos aborda esta problemática, que la cámara sea fiel observadora a la hora de explicar cómo se desarrolla la cadena alimentaría en esta sociedad globalizada, siguiéndole los pasos a un determinado alimento desde su lugar de producción hasta el consumidor. Pero creo que la originalidad de esta película radica precisamente en mostrar cómo funcionan estos grandes centros industriales poniendo en solfa la deshumanización del proceso y, todo en beneficio de una mayor producción, de alcanzar el máximo rendimiento económico.
“Nuestro pan de cada día” (Austria, 2005), de Nikolaus Geyrhalter, estrenada anteriormente, ya avanzaba y apuntaba este aspecto pero de una forma no tan explícita como la que nos ocupa. Sin voces, ni entrevistas explicativas, solo escuchamos durante la hora y media de metraje el ruido machacón y alienante de las máquinas. También la película “Fast Food Nation” (EEUU, 2006), de Richard Linklater, y basada en el best seller de Eric Shlosser, ponía encima de la mesa un tema un tanto molesto para multinacionales como el Burguer King o el McDonald’s. Los espaldas mojadas que trabajan en las grandes fábricas de producción de hamburguesas de Estados Unidos en pésimas condiciones laborales y sin cualificación profesional, haciendo un producto elaborado con carne de pésima condición nutricional. Un filme valiente con muchos tentáculos. Y “Super Size Me” (EEUU, 2004), escrito, producido, dirigido y protagonizado por Morgan Spurlock, un cineasta independiente estadounidense. Es el propio director quien sigue en la película una dieta de 30 días alimentándose únicamente con productos del McDonald's. La película documenta los efectos que tiene este estilo de vida en la salud física y psicológica, y explora la influencia de las industrias de la comida rápida, incluyendo la forma en que se alimenta a la mala nutrición para su propio beneficio.

He hecho un breve repaso de aquellas películas precursoras de “Nosotros alimentamos al mundo”. Por cierto no entiendo como se ha tardado tantos años en estrenar este filme producido en 2005. Un tema tan molesto quizá no interese airearse demasiado y no encuentre distribuidor. Pero volviendo al principio de mi escrito, pienso que el aspecto novedoso que aporta este interesante documental es cómo la cámara de Wagenhofer ha logrado meterse y desentrañar qué hay detrás de las grandes plantaciones de soja que están acabando con la selva del Mato Grosso, en Brasil, uno de los pulmones verdes de nuestro planeta; porqué los agricultores rumanos se ven obligados a utilizar semillas híbridas en detrimento de las semillas naturales, las biológicas, las de toda la vida, las que dan como resultado una berenjena no tan vistosa estéticamente, pero que sí conserva todas su propiedades nutricionales. Y continúan los interrogantes: y porqué un agricultor de Senegal no puede competir en su propio país con los precios de los productos importados de Europa y se ve obligado a cruzar el Estrecho y trabajar en los invernaderos de tomates de Almería o porqué en la costa de la Bretaña francesa están acabando con la pesca artesanal porque no resulta rentable a pesar de que con su desaparición el pescado que se obtenga sea no apto para el consumo. Hay granjas en Austria en las que se producen 70.000 gallinas. Impresiona ver como este número ingente de polluelos van saliendo de su cascarón para enfrentarse, tras un proceso deshumanizado, a su irremediable devenir en las cámaras frigoríficas de un supermercado. El documental acaba con el cínico testimonio de un directivo de Nestle. Entre las perlas que suelta, destacaré una solamente. El tiparraco se atreve a decir que el agua hay que pagarla, que no es un bien al que tengamos derecho todos los seres humanos y que tiene que verse sometida necesariamente a este proceso de producción industrial. En definitiva, un filme recomendable si uno quiere estar informado sobre el mundo en el qué vive, reflexionar y tomar conciencia sobre una realidad que nos engulle a diario, hasta en los actos más nimios: comprar la comida que nos alimenta y que nos permite vivir.

Por cierto “Karma Filmes” acaba de editar en DVD una interesante colección de Cine Solidario con títulos como la citada “Nuestro pan de cada día”, más “Oro negro” (sobre el comercio justo en el mercado del café); “A ciegas” (sobre la intolerancia y la integración) y “Paisajes transformados” (sobre los efectos de la transformación industrial en el paisaje).

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